Había
una vez un hombre llamado César que era un esclavo que vivía en
Hispania, él era el criado de un importante soldado. El soldado
tenía tres hijos, pero César tenía siete hijos a los que alimentar
y vivía en una choza en malas condiciones y sólo le pagaban quince
denarios por trabajar doce horas. Entonces pasaron tres años y
fueron las elecciones, pero como los esclavos las mujeres y los
extranjeros no podían votar, él se sentía inferior ya que el no
era un ciudadano. Un día empezó a llorar y su jefe le dijo que como
siguiera llorando lo iba a matar porque parecía una niña llorando
tanto. Uno de sus hijos le dijo que se estaba muriendo de hambre,
César le dijo que le prometía que nunca más le faltaría comida,
la niña se murió a los diez días de comentarle eso a su padre y a
los dos días enterró a su hija Gaia de ocho años. César intentó
buscar otro trabajo pero no consiguió nada, pero pasaron unos meses
y consiguió un trabajo de dependiente de una tienda de comida, en
ese trabajo le pagaban cincuenta denarios. Pero aquel empleo no le
duró mucho, sólo cuatro meses porque la tienda se cerró, y otro de
sus hijos se murió ya solo le quedaban cinco hijos. Al día
siguiente día enterraron a su hijo mayor Appius que tenía trece
años. Más tarde su mujer encontró un trabajo para César ellos
montaron su propio negocio y fue bastante bien, aquello duró seis
años, pero lo cerraron porque llegó un momento que no iba nadie y
entonces lo tuvieron que cerrar. Entonces tuvo que volver a ser un
esclavo pero trabajó en la casa de un patricio, pero ese era un
hombre humilde y muy buena persona y le ayudó mucho porque el
patricio les ofreció irse a vivir a su lujosa casa con un gran patio
para que sus hijos pudieran jugar y correr, pasaron diez años y sus
hijos se hicieron mayores, el mayor tenía veintitrés años y fue un
soldado muy rico y honrado que ayudaba a todos los pobres y en
aquella casa tan lujosa en la que él vivía dejó que vivieran sus
hermanos menores que no tenían tanto dinero como él. Pero llegó un
día que le dijeron que se tenía que ir a luchar y que su vida
corría peligro y que podría llegar a morir. Cuando llegó el
momento de irse y él no quería porque tenía miedo y entonces uno
de sus hermanos se ofreció ir para pasarse por él y la verdad es
que nadie se dio cuenta y llegó a salvo de haber luchado durante dos
años. Estos hijos encontraron su pareja y todos se casaron y
tuvieron muchos hijos y sus padres que ya eran mayores disfrutaron de
sus últimos años de vida con el cariño de sus hijos cuidándolos y
fueron felices para siempre.
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